Mi tito Neil
Cuando hace dos años una serie de confusas noticias sobre el estado de salud de Neil Young le situaban con pie y medio en la tumba debo reconocer que me asusté realmente. Esto es una cosa que no me había pasado nunca: normalmente mi admiración por músicos o escritores suele rehuir de la persona y centrarse en la obra, de manera que fallecimientos o cumpleaños me dan igual; siempre me quedarán los discos (o los libros o las pelis…), que en últimas instancias son lo único que importa. Sin embargo con Neil fue como si enfermase un viejo amigo o un miembro de mi familia, me asustaba perder a alguien que me había acompañado durante tantos años. Sabía que no perdería su música, que siempre había estado allí como banda sonora a tantos momentos de mi vida, esa música que una vez definí como el sonido (en sus dos vertientes) que me hubiese gustado hacer de haber sido músico. Pero me asustaba perderlo a él, a esa figura de tipo campechano, raro y simpático, con su ropa de granjero (esa eterna camisa de cuadros, los jóvenes no tenemos ni puta idea de vestir) y su aire desgarbado. Me asustaba perder esa imagen que de él tengo hecha: la del viejo tío del campo que ha visto demasiado y por eso desprecia las modas y moderneces que van llegando, porque sabe que se irán con mucho menos ruido del que han traído. Esa imagen que al fin y al cabo es la de la honestidad, la de un tipo que siempre ha sido fiel a sí mismo y a lo que es lo suyo, hacer música y punto. (También fue, durante mucho tiempo, la imagen del tipo triste, del enclenque lastrado por problemas de salud- epilepsia, poliomielitis- del engañado sin piedad por su mujer, del que se sumió en la oscuridad durante años al ver el naufragio de su generación en los 70. Bestias carroñeras que somos los fans, alimentándonos de la mitología del sufrimiento).
Pronto descubrí que no era un sentimiento únicamente mío, tito Neil suele despertar esa simpatía en todos los que se acercan a él. En un mundo como el del rock, lleno de megalomanías idiotas y de idiotas devorados por un personaje, es reconfortante encontrar una figura humilde, con los pies en la tierra y esos aires de “pasaba por aquí.”
(Podríamos utilizar a Neil Young como rasero para medir a toda la humanidad: aquellos que han escuchado su música y aún sostienen que no les gusta son malas personas, los que la han escuchado y la aman son buenas, los que nunca la han escuchado ni se han interesado por ella son neutros).
Por suerte el viejo superó el derrame cerebral que nos había dado tal susto, salió adelante y, como si tal cosa, volvió a su trabajo de siempre, que es crear música. Desde entonces ha publicado dos discos excelentes que responden a las dos vertientes que ha desarrollado a lo largo de su carrera: Praire Wind acústico, de aires folk y con ese tono baladístico melancólico de algunos de sus clásicos de los 70 (After the Gold Rush, Harvest). Living with war eléctrico, rabioso, urgente, quizá su mejor disco de rock desde Ragged Glory Pero además entre estos dos discos tuvo tiempo de rodar Heart of Gold, excelente peli de Jonathan Demme que recoge la presentación de Praire Wind en el Nashville's Ryman Auditorium, el teatro mítico del country.
Podría ser Neil la receta perfecta contra los guitar heroes, esos que tocan largos solos autistas con grandes complejidades musicales, esos que a menudo confunden tocar bien con tocar deprisa. La guitarra de Cortez the killer, con sus cuatro notas interpretadas con eterna pereza, me rasca la barriga, me hace cosquillas en el pecho, me emociona como aún no han hecho ningún otro guitarrista. Y de eso trata el arte. (Es curioso, ahora me viene a la mente Eric Clapton y su progresiva decadencia, mientras uno depuraba un estilo que no necesitaba depurar, se iba haciendo cada vez más adulto, más serio, más aburrido, Neil ha permanecido igual de bruto que siempre, igual de salvaje e indomable).
Cortez the killer. 1977.
Don’t let it bring you down. 1971.
Pronto descubrí que no era un sentimiento únicamente mío, tito Neil suele despertar esa simpatía en todos los que se acercan a él. En un mundo como el del rock, lleno de megalomanías idiotas y de idiotas devorados por un personaje, es reconfortante encontrar una figura humilde, con los pies en la tierra y esos aires de “pasaba por aquí.”
(Podríamos utilizar a Neil Young como rasero para medir a toda la humanidad: aquellos que han escuchado su música y aún sostienen que no les gusta son malas personas, los que la han escuchado y la aman son buenas, los que nunca la han escuchado ni se han interesado por ella son neutros).
Por suerte el viejo superó el derrame cerebral que nos había dado tal susto, salió adelante y, como si tal cosa, volvió a su trabajo de siempre, que es crear música. Desde entonces ha publicado dos discos excelentes que responden a las dos vertientes que ha desarrollado a lo largo de su carrera: Praire Wind acústico, de aires folk y con ese tono baladístico melancólico de algunos de sus clásicos de los 70 (After the Gold Rush, Harvest). Living with war eléctrico, rabioso, urgente, quizá su mejor disco de rock desde Ragged Glory Pero además entre estos dos discos tuvo tiempo de rodar Heart of Gold, excelente peli de Jonathan Demme que recoge la presentación de Praire Wind en el Nashville's Ryman Auditorium, el teatro mítico del country.
Podría ser Neil la receta perfecta contra los guitar heroes, esos que tocan largos solos autistas con grandes complejidades musicales, esos que a menudo confunden tocar bien con tocar deprisa. La guitarra de Cortez the killer, con sus cuatro notas interpretadas con eterna pereza, me rasca la barriga, me hace cosquillas en el pecho, me emociona como aún no han hecho ningún otro guitarrista. Y de eso trata el arte. (Es curioso, ahora me viene a la mente Eric Clapton y su progresiva decadencia, mientras uno depuraba un estilo que no necesitaba depurar, se iba haciendo cada vez más adulto, más serio, más aburrido, Neil ha permanecido igual de bruto que siempre, igual de salvaje e indomable).
Cortez the killer. 1977.
Don’t let it bring you down. 1971.
Etiquetas: música, neil young, youtube
Vaya, sabía que te gustaba Neil, pero nunca llegué a pensar que lo consideraras tu tito...cada día conoces algo nuevo de un amigo.
KISS
Posted by Swira | 14/2/07 22:16
Pues sí, yo a Neil Young y a Bob Dylan los considero de la familia.
Y no sé si te lo he comentado alguna vez, pero mi abuelo paterno fue boxeador, lo cual es casi tan guay como ser cantante folk.
Posted by JLG | 14/2/07 23:46
Vaya, quizá debo ser neutra.... ummm. Nos quedan años para escuchar música juntos. Impecable, como es habitual, impecable.
Nos vemos bajo las sábanas.
Posted by MCUARTERO | 16/2/07 21:22
Vaya, Don’t let it bring you down me ha dejado sin habla.
Posted by MCUARTERO | 16/2/07 21:29
¿Sabes Pepe?, ¿sabes Marta? He flipado este último mes con la canción 'Old man'... deliciosa. Neil es muy grande. Habrá que ir a verlo en cuanto se nos ponga a tiro.
"Old man take a look at my life
I'm a lot like you
I need someone to love me
the whole day through
Ah, one look in my eyes
and you can tell that's true".
Animaros y escapad este verano para ver a los Police.
Posted by QB | 27/2/07 13:02