domingo, diciembre 11, 2005

Canciones 1

Visto el éxito que tuvo la canción de Dylan que colgué (¡seis descargas, guauh!), me he animado a subir otras canciones que me gustan. Algunas ya las conoceréis, la mayoría no son desconocidas en absoluto, lo importante es simplemente tener una excusa para escribir sobre ellas (y si consigo descubrir algo a alguien pues mucho mejor). Bueno, canciones para este fin de semana de diciembre:


WILCO. At least that’s what you said- Hell is chrome.


  • At least that's what you said

  • Hell is Chrome


  • Estas canciones son las dos primeras del increíble A ghost is born, el último trabajo de estudio de Wilco. Muchos fans de la primera etapa del grupo se sintieron decepcionados por el rumbo que parecían estar tomando en Summerteeth y Yankee Hotel Foxtrot, incorporando a su música, fuertemente anclada en la tradición norteamericana, elementos ruidistas (paso de escribir noise) y hasta electrónicos. Sin embargo en este último álbum saben aunar perfectamente estos dos aspectos de su música, poniendo la experimentación siempre al servicio de la canción y no al revés, aplicando al rock eso que dijo Picasso sobre la pintura de vanguardias: para ser un buen pintor cubista (o simplemente abstracto) hay que conocer a la perfección las técnicas de pintura figurativa más tradicionales. De este modo Wilco son el grupo perfecto para deconstruir la música tradicional americana, a la cual han dedicado gran parte de su carrera. At least that’s what you said comienza con la voz de Tweedy susurrando sobre un delicado rasgueo de guitarra y un piano, la letra describe a una pareja en un momento de crisis: él se sienta sobre la cama mientras ella llora, se pregunta si sería mejor marcharse y dejarla sola, etc. De repente una potente guitarra interrumpe la canción, la parte por la mitad, y entramos en una larga explosión instrumental, un torbellino de ruido y electricidad que nos remite a Sonic Youth, pero también a Neil Young. La letra queda inconclusa, no sabemos nada de lo que ocurre con esa pareja, pero la tormenta de guitarras nos hace pensar que otra tormenta ha estallado entre ellos dos, que lo que al principio era una crisis silenciosa se ha convertido en una explosión de rabia que desemboca en la ruptura. Y todo sin decir una palabra.

    Hell is chrome, por su lado, es una balada en la que el mismo diablo toma la palabra y nos tienta cantando suavemente, casi a nuestro oído, “come with me.” Me gusta sobre todo el solo de guitarra final, que en unas pocas notas transmite un sentimiento de tristeza y soledad dolorosamente hermoso.

    THE BLACK CROWES, Sometimes Salvation


  • Sometimes Salvation

  • Los Black Crowes son uno de mis grupos favoritos de los noventa y unos tipos a los que hay que revindicar. Denostados por la crítica por su carácter abiertamente retro y la supuesta falta de originalidad que esto conlleva (la misma crítica modernil que hoy adora a un remedo facilón de Television y la Velvet Underground como son los Strokes, puto País de las Tentaciones), yo los considero más bien unos justos herederos del rock de finales de los 60 y principios de los 70, con suficiente personalidad como para no caer en la simple copia. En sus dos primeros discos parecen los Rolling o los Faces, en los siguientes se acercan más al rock sureño tipo Allman Brothers y finalmente en Lions se convierten en unos Led Zeppelin de fin de siglo. Con tales referencias hay que perdonarles el que vistan como unos gipis asquerosos. Sometimes Salvation pertenece a su segundo disco y me encanta cómo la canción va creciendo en intensidad sobre una estructura de soul bastante sencilla gracias a la voz de Chris Robinson (a todos los que sostienen que Carlos Tarque es un buen cantante deberían obligarles a escuchar a Chris, para que vean de quien ha aprendido y comparen), que va desgañitándose cada vez más y más, hasta que justo después del solo de guitarra explota, su voz se desgarra completamente y ya no importa nada más que ese lamento obsesivo. Los pelos de punta.


    BEATLES. Tomorrow never knows


  • Tomorrow never knows


  • Una de las mejores canciones psicodélicas de los Beatles. De ellos siempre me ha fascinado esa capacidad para sonar vanguardistas sin perder por ello el concepto de canción pop. Tomorrow never knows en concreto parece desafiar cualquier idea de armonía (ese prejuicio occidental, que decía Miles Davis), por momentos suena confusa, caótica, y sin embargo es tremendamente pegadiza en su sensación de trance. Hoy en día sigue sonando moderna, y más de un músico electrónico debería darle un repaso para ver lo que se hacía hace casi cuarenta años: ese ritmo de batería machacón que parece no terminar de arrancar, las guitarras simulando gaviotas, el solo reproducido al revés que da auténtica sensación de trance, la voz de Lennon cantando “como el Dalai Lama desde la cima de la montaña más alta”. En efecto, cada vez que la oigo me dan ganas de ponerme de pie sobre una silla, levantar los brazos, abrirlos mucho como queriendo abrazar a todo el mundo y gritar.


    STEVE EARLE- CCKMP


  • CCKMP

  • Como su adorado Johny Cash, Steve Earle descendió a lo más bajo del infierno de la droga. Su adicción a la heroína le llevó a dar con sus huesos en la cárcel y a casi destruir su vida. A la salida publicó I feel Alright (1996) en busca de una redención personal. CCKMP es una canción lenta y grave, donde Steve canta sencillamente la verdad con unos versos que no esconden ningún artificio: Cocaine cannot kill my pain... heroine is the only thing (la cocaína no mata mi pena, la heroína es lo único). Canta con dolor y rabia, escupe la verdad desnuda del infierno en que estaba sumido.

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    martes, diciembre 06, 2005

    Match Point

    Hace ya dos semanas que vi Match Point la última de Woody Allen, y desde la misma noche que salí del cine llevo pensando en la peli y dudando si debía escribir algo sobre ella o no. Al final me he animado y he aquí algunas ideas algo desordenadas:



    Para empezar, esta película debe ser motivo de sonrojo para todos aquellos que aún tienen ganas de minusvalorar la filmografía de Woody queriendo limitarla al género de comedia romántica-intelectual en el que tan bien se desenvuelve (la tópica afirmación de que “todas las películas de Woody Allen son iguales”). Match Point supone un nuevo rizo en su carrera en busca del drama más clásico. No se trata en realidad de algo realmente novedoso, ya que otras veces ha despojado a sus filmes de su inimitable humor (ya sea parcial, Delitos y faltas, o totalmente, Interiores), sino una clara muestra de sus recursos como director más allá del estilo que le ha hecho famoso, de su amor por el cine y su amplio conocimiento de los géneros. De este modo Match Point cuenta una historia de amor (la del típico triángulo) con trágico desenlace, con tintes de thriller y de cine negro de la época clásica, con unos pocos toques de humor negro e incluso alguna que otra escena de suspense solventada con un pulso que ni Hitchcock. Y todo envuelto en la desnudez de medios que tan bien ha sabido heredar de Bergman.


    La mujer más guapa del cine actual. Es un hecho objetivo

    Al director sueco había que llegar, porque no olvidemos que siempre ha sido uno de sus más admirados maestros y porque este es un drama eminentemente bergmaniano. De él aprendió el preciso (y precioso) estudio de la introspección humana, la delicada disección de los sentimientos de sus personajes más allá de la narración de una historia. Match Point es una película de personajes, de un personaje sobre todo, el argumento además de simplón es poco original: más de uno podrá encontrarlo insultantemente parecido al de una de las historias de Delitos y Faltas. ¿Y qué? La película se sostiene sin contar nada, lo importante es asistir al derribo moral de Chris, al lento proceso en el que lo vemos consumirse entre la prosperidad social y económica que le proporciona su esposa y la pasión carnal de su amante, Scarlett Johansson. Cuando Chris al fin toca fondo, la película deriva en una reflexión sobre la culpa: las referencias a Crimen y Castigo son constantes, pero a diferencia de Raskolnikov, que acaba confesando su crimen para aplacar su conciencia y lograr algo de paz interior, Chris decide guardar silencio. Esta decisión cobarde se debe más al temor a defraudar al nuevo orden que le ha aceptado, el de la alta sociedad londinense, que al deseo de no ser ajusticiado. Porque éste será a la vez el mayor castigo de Chris, el escapar impune a su crimen, el tener que vivir el resto de su vida sin haber pagado por sus actos: el final del filme nos muestra a Chris en su casa con toda la familia, en una supuesta escena de felicidad, pero un primer plano de su rostro enseña sus ojos completamente ennegrecidos, como si no tuviera visión del mundo más allá de su propio interior, como si ya estuviera muerto. Poco antes hemos asistido a otra turbadora imagen: cuando los dos fantasmas vuelven en la noche para pedirle cuentas (recurso medio fantástico que Woody Allen ya ha utilizado alguna vez, Desmontando a Harry o Historias de Nueva York, pero que despojado de humor en esta ocasión y revestido de cierta gravedad, me ha recordado a Shakespeare, casi nada) y Chris profiere la conclusión última de la película: la demostración de que, si puede escapar sin castigo por su horrible crimen, no existen ni la justicia ni la moral, el mundo carece de sentido.

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    lunes, diciembre 05, 2005

    Hago una visita a Marta en su trabajo y me la encuentro hablando con un cretino que trata de pasar por hombre sensible: el tío está diciendo algo sobre lo indignante que es que ya nadie quiera hablar de arte en los bares. Este tipo de afirmaciones pueden parecerme muy divertidas o deprimirme profundamente, según ande mi grado de autoestima. Me imagino a Mr. Sensibilidad en un bar atestado de gente gritando junto a la barra ¡Kandinsky! ¡Kandinsky! Sonrío, pero poco a poco empiezo a sentirme mal: no son celos, sé que Marta detecta a este tipo de charlatanes a un kilómetro de distancia y que si sigue hablando con él es por no parecer grosera, por simple respeto. Me deprime la idea de que en otras circunstancias esa pose suele tener bastante éxito, a la gente le impresionan las pequeñas exhibiciones de erudición, obtenidas normalmente leyendo el Babelia de los sábados. Aunque me paso el tiempo escribiendo no me gusta hablar de arte, y mucho menos la gente que aprovecha cualquier ocasión para hacerlo. La mayoría de las veces me parece más un intento de presumir de lo que supuestamente se sabe que de comunicar algo a quien escucha; es más: si el que escucha no entiende una mierda de lo que está diciendo más profundo y culto parece el interlocutor.


    ¡Ponte un pinchito de tortilla, oye!

    Pienso en el odio profundo que tengo a toda clase de tertulia literaria: esas luchas por imponer la opinión propia frente a la de los demás en un terreno tan pantanoso y relativo como el del arte, el premio otorgado a algo tan estúpido como la cultura acumulada: saber citas de memoria, recordar el nombre de un par de poetas chinos de la dinastía Tang. ¿De verdad es eso el arte? ¿Qué coño significa saber de arte? No se puede hablar con claridad sobre el hecho estético, sobre el placer que provoca en nosotros, es algo que se sitúa por encima de las palabras, incluso en poesía. Quizá la única forma de expresar lo que en nosotros provoca una obra de arte sea haciendo otra obra de arte, es decir creando otro significado abierto e incognoscible. Creo que esto último lo dijo Derrida, así que me siento un poco avergonzado.

    Marta, tan hábil detectando charlatanes, es también una experta en desmontar este tipo de reflexiones mías: lo que quiero es que dejen de darse coba entre ellos hablando de Cortázar mientras ceban mate para inspirarse y editando revistitas y me hagan caso a mí.