« Home | BLIND WILLIE MCTELL » | Elliott Smith » | Buscaos la vida » | La edición española de la revista Rolling Stone pu... » | En el 32, Ellington grabó Baby when you ain't the... »

Hago una visita a Marta en su trabajo y me la encuentro hablando con un cretino que trata de pasar por hombre sensible: el tío está diciendo algo sobre lo indignante que es que ya nadie quiera hablar de arte en los bares. Este tipo de afirmaciones pueden parecerme muy divertidas o deprimirme profundamente, según ande mi grado de autoestima. Me imagino a Mr. Sensibilidad en un bar atestado de gente gritando junto a la barra ¡Kandinsky! ¡Kandinsky! Sonrío, pero poco a poco empiezo a sentirme mal: no son celos, sé que Marta detecta a este tipo de charlatanes a un kilómetro de distancia y que si sigue hablando con él es por no parecer grosera, por simple respeto. Me deprime la idea de que en otras circunstancias esa pose suele tener bastante éxito, a la gente le impresionan las pequeñas exhibiciones de erudición, obtenidas normalmente leyendo el Babelia de los sábados. Aunque me paso el tiempo escribiendo no me gusta hablar de arte, y mucho menos la gente que aprovecha cualquier ocasión para hacerlo. La mayoría de las veces me parece más un intento de presumir de lo que supuestamente se sabe que de comunicar algo a quien escucha; es más: si el que escucha no entiende una mierda de lo que está diciendo más profundo y culto parece el interlocutor.


¡Ponte un pinchito de tortilla, oye!

Pienso en el odio profundo que tengo a toda clase de tertulia literaria: esas luchas por imponer la opinión propia frente a la de los demás en un terreno tan pantanoso y relativo como el del arte, el premio otorgado a algo tan estúpido como la cultura acumulada: saber citas de memoria, recordar el nombre de un par de poetas chinos de la dinastía Tang. ¿De verdad es eso el arte? ¿Qué coño significa saber de arte? No se puede hablar con claridad sobre el hecho estético, sobre el placer que provoca en nosotros, es algo que se sitúa por encima de las palabras, incluso en poesía. Quizá la única forma de expresar lo que en nosotros provoca una obra de arte sea haciendo otra obra de arte, es decir creando otro significado abierto e incognoscible. Creo que esto último lo dijo Derrida, así que me siento un poco avergonzado.

Marta, tan hábil detectando charlatanes, es también una experta en desmontar este tipo de reflexiones mías: lo que quiero es que dejen de darse coba entre ellos hablando de Cortázar mientras ceban mate para inspirarse y editando revistitas y me hagan caso a mí.

hablar de arte, me parece bien, siempre y cuando no se conviertan las palabras en dogma. Me parece más divertido hablar de la obra, no del autor, me encanta la gente que dice: "Me leí el otro día un libro que no me acuerdo de quién era que se llamaba cien siglos de soledad o algo así y que me divirtió más que el codigo de el vinci" eso sí es hablar de arte de forma amena, sin comas y sin dárselas de sabelorequetetodo.

Publicar un comentario