lunes, julio 10, 2006

Lecturas veraniegas: Cuentos de Saki

Si de verdad existe eso que llaman humor inglés, su mejor representante en la literatura del siglo XX fue sin duda Saki (seudónimo de Hector Hugh Munro). La lista de autores que han confesado su admiración por él y la influencia que supuso es interminable. Citaré a algunos por si yo no consigo convenceros: Roald Dahl, Graham Greene, Tom Sharpe, Billy Wilder… A mí me lo recomendó Borges- otro gran cuentista, qué os voy a contar-. Aunque son escritores muy diferentes, cada vez que releo a uno de los dos me convenzo más de la deuda del argentino con el inglés. Ese humor amargo, triste y estoico a la vez de Borges está ya en Saki. El personaje de Carlos Argentino Daneri en El Aleph, la mala leche con que está tratado, es también puro Saki. Basta decir que Borges incluyó el cuento La reticencia de Lady Anne en su Biblioteca personal, obra inconclusa en la que elegiría y comentaría sus cien obras favoritas de la literatura universal (se quedó por sesenta y pico y yo creo que el cabrón lo hizo a posta).

Bonitas pintas


Fue leyendo esa Biblioteca Personal donde oí por primera vez el nombre de Saki; la adecuada comparación con Oscar Wilde me puso alerta: tenía que leer algo de ese tipo. ¿No os da la impresión a veces de que no has oído hablar de alguien en tu vida y desde el primer momento en que escuchas su nombre ese alguien aparece por todas partes? Pues a los pocos días, ojeando uno de esos puestos de libros de segunda mano que antes había en el puerto de Mazarrón encontré Cuentos de humor y de horror, una antología –de acertadísimo título, por cierto- editada por Anagrama y que, creo, actualmente está descatalogada. Ya no me queda sino confesar abiertamente que el sesenta por ciento de los chistes y frases medio ingeniosas que he proferido en público durante los últimos cuatro años estaban sacadas de ese libro (el otro cuarenta por ciento estaban sacadas de Odio de Peter Bagge, claro). Hace pocos días descubrí en esa espantosa librería gigante que todos conocéis los Cuentos completos de Saki, editados por primera vez en España por Alfanhuí. Inmediatamente olvidé qué libro había ido a buscar allí y tuve que llevarme aquel. Y es por eso que hoy estoy aquí escribiendo este post.


Cuentista puro, de los que entienden que la brevedad es una característica inherente al género, y maestro de los diálogos, consigue que sus personajes sean irónicos sin quererlo: dejándoles hablar, ellos mismos hacen patentes las contradicciones constantes y el absurdo de la ideología del mundo en que viven. Esta intención irónica se funde con el carácter satírico de toda su obra y su constante intento por reflejar la mezquindad humana. Es por eso que la mayoría de sus personajes pertenecen a la alta sociedad de la época: pues allí, donde se supone que se encuentra el más elevado grado de educación y civismo, es donde más patente se hace el salvajismo del hombre. Pero no se trata de una sátira destructora ni moralista: en sus cuentos no condena este tipo de vida, sino que se divierte y, en muchas ocasiones, hasta se identifica con ella. A Saki no le interesa aleccionarnos sobre cómo vivir, sino simplemente mostrar el humor que subyace en nuestra vida. Esto se ve en su primer libro, Reginald, donde presenta un simpático personaje en la honda de la Lady Bracknell de Oscar Wilde: un snob entrañable que se pasa el día quejándose de todo y pontificando en nombre del Buen Gusto. El tipo de dandy inglés que piensa que llevar a un lunch unos guantes inapropiados debería ser castigado con pena de muerte o que la falta de sándwiches de pepino es una verdadera catástrofe de estado. Reginald disfruta sacando de quicio a todo el mundo con su manifiesta frivolidad y profiriendo sentencias que rayan continuamente el absurdo, y de este modo hace explícito el absurdo de la sociedad en que se mueve y su distorsionada visión de la realidad.

Esa edición tiene pinta de cara

En los siguientes libros Saki no abandonará esta sátira del mundo de la alta sociedad, añadiéndole una buena dosis de crueldad y humor negro. En sus cuentos se castiga la ambición desmesurada, pero también la inocencia pueblerina (debe de ser el escritor que más niños ha matado en su obra, pero los mata con gracia... supongo que Roald Dahl tomó nota ). Además, el absurdo gana cada vez más peso, como en uno de mis cuentos favoritos, El marco (El soporte en la edición de Alfanhuí), la historia de Henri Deplis, un luxemburgués que, en un viaje a Italia, se tatúa en la espalda una formidable representación de la Caída de Ícaro. Formidable hasta el punto de que, tras la muerte del artista tatuador, esta Caída de Ícaro es declarada por el Gobierno Italiano como tesoro artístico nacional, de manera que Henri Deplis, como hombre-marco de una obra de arte, se ve obligado a acatar diversas obligaciones: no tomar baños de vapor ni de sal, no salir del país, etc…

Sobre la muerte de Saki en la Primera Guerra Mundial circula una historia que parece sacada uno de sus cuentos, así que debe de ser triplemente irónico que un escritor que se pasó su vida escribiendo cuentos de cruel ironía tuviera una muerte tan cruelmente irónica. Saki, sargento de batalla en Beaumont- Hamel, pasaba la noche escondido junto a dos soldados en un cráter de obús al amparo de la oscuridad. En la larga espera, los dos soldados comenzaron a fumar. Saki les gritó: “¡Apagad ese maldito cigarrillo, nos van a ver!” Inmediatamente una bala le atravesó el cráneo. Imagino a los dos soldados encendiendo otro cigarrillo ante el cadáver con la cabeza abierta, mientras discuten si los alemanes les han descubierto por la brasa del cigarrillo o por los gritos de su general muerto.

  • Aquí un link con algunos cuentos de Saki en español
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