La edición española de la revista Rolling Stone publica este mes una lista con los 500 mejores discos de la historia del rock, o algo así. La lista, al querer presentarse como oficial y objetiva y hasta canónica lo que hace es acabar resultando evidente (Sgte Peppers number 1!!) y, pese a sus 500 entradas, dudo mucho que pueda descubrir nada a cualquier aficionado que dedique a la música más tiempo diario que el de ver la gala de OT de los domingos y el de ponerse en el coche el último disco de Robbie Williams.
la nueva biblia, men
Pero no es cuestión de juzgar la lista en sí, que, por muchas pretensiones canónicas que tenga, no deja de ser algo subjetivo, ergo, mucho peor que la que yo hubiera hecho. Lo que de verdad preocupa es la proliferación de listas top-ranking-megaguays que hay últimamente en todo lo referente a la cultura: lista de las mejores pelis, los mejores libros, los mejores cuadros… Desde el año 2000 debo haber leído unas 100 listas de los mejores discos o mejores canciones de la historia (la Historia, quiero decir). Cada año dos o tres revistas especializadas nos obsequian con su lista de los mejores discos de los últimos diez años y Harold Bloom ataca con una nueva lista de Libros Que Hay Que Leer Para Ser un Tipo Culto, etc.
El judío más gordo de la Historia
En el fondo se trata del sueño del hombre moderno de hacerlo todo por el camino más corto, la panacea occidental de conseguir cosas sin esfuerzo: conocer los 20 ó los 30 discos imprescindibles del rock y ale, a otra cosa, mariposa. “Conociendo nuestra lista (que es la Objetiva, la Canónica, la Verdadera) ya estará autorizado para hablar de música en fiestas, discotecas, botellones... Sea un tipo enrollado. Hágase un experto en Rock en dos días y así emplee su moderno tiempo libre en hacer kite-surfing y capoeira.” La manía de querer llegar siempre al objetivo sin darse cuenta de que lo que vale es el camino (el objetivo es el camino). Más aún en algo como la música, donde el supuesto objetivo es algo tan abstracto y tan absurdo como “ser un entendido en música” y donde no valen en última instancia ni épocas, ni estilos, ni nombres de grupos, ni nada, solamente vale el placer que uno pueda experimentar al escucharla.
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Pero no es cuestión de juzgar la lista en sí, que, por muchas pretensiones canónicas que tenga, no deja de ser algo subjetivo, ergo, mucho peor que la que yo hubiera hecho. Lo que de verdad preocupa es la proliferación de listas top-ranking-megaguays que hay últimamente en todo lo referente a la cultura: lista de las mejores pelis, los mejores libros, los mejores cuadros… Desde el año 2000 debo haber leído unas 100 listas de los mejores discos o mejores canciones de la historia (la Historia, quiero decir). Cada año dos o tres revistas especializadas nos obsequian con su lista de los mejores discos de los últimos diez años y Harold Bloom ataca con una nueva lista de Libros Que Hay Que Leer Para Ser un Tipo Culto, etc.
El judío más gordo de la Historia
En el fondo se trata del sueño del hombre moderno de hacerlo todo por el camino más corto, la panacea occidental de conseguir cosas sin esfuerzo: conocer los 20 ó los 30 discos imprescindibles del rock y ale, a otra cosa, mariposa. “Conociendo nuestra lista (que es la Objetiva, la Canónica, la Verdadera) ya estará autorizado para hablar de música en fiestas, discotecas, botellones... Sea un tipo enrollado. Hágase un experto en Rock en dos días y así emplee su moderno tiempo libre en hacer kite-surfing y capoeira.” La manía de querer llegar siempre al objetivo sin darse cuenta de que lo que vale es el camino (el objetivo es el camino). Más aún en algo como la música, donde el supuesto objetivo es algo tan abstracto y tan absurdo como “ser un entendido en música” y donde no valen en última instancia ni épocas, ni estilos, ni nombres de grupos, ni nada, solamente vale el placer que uno pueda experimentar al escucharla.
Etiquetas: libros, música, reflexiones inviables