Murder Ballads
Si bien toda literatura popular suele nutrirse de la fascinación por el crimen (en España tenemos por ejemplo la figura del fuera de la ley, la picaresca o los asesinatos a traición relatados en los romances fronterizos) la norteamericana destaca por una morbosa fijación por la violencia más primaria: la del crimen por el crimen, el asesinato sin motivo aparente (I shot a man in Reno, just to watch him die).
También está, claro, el asesinato por amor, las terribles Murder Ballads en las que se mata lo que se ama porque no hay forma de poseerlo. Canciones irrepetibles hoy día porque serían consideradas una incitación a la violencia de género o algo peor. Un tema recurrente en estas Murder Ballads es el del río con una significación ligeramente diferente a la que tendría en las literaturas europeas: en Europa el río sería el paso del tiempo, el fluir constante de la vida hacia el destino de la muerte, mientras que aquí el río es sencillamente muerte, la imagen alucinada de la amada muerta flotando sobre las aguas, su sangre extendiéndose por la corriente y alejándose definitivamente del novio-asesino, que comprende entonces que su sed de posesión total no podrá nunca ser satisfecha. O bien acercándose acusadoramente a él, no queriendo abandonarle y dejándole de esta forma un estigma que hará que sea descubierto y apresado (el narrador de estas canciones habla casi siempre desde la cárcel).
La lista de artistas rock que han jugado con esta tradición es larga: Neil Young (Down by the river, I shot my lady), Bruce Springsteen, Nick Cave (les dedicó un disco entero), Wilco… El caso de estos últimos es paradigmático porque su líder, Jeff Tweedy, tuvo que salir al paso de acusaciones que lo tachaban de maltratar a su esposa y relatarlo autobiográficamente en sus discos cuando cantaba:
I dreamed about killing you again last night
And it felt alright to me
Dying on the banks of Embarcadero skies
I sat and watched you bleed
o bien:
she begs me
Not to hit her
Supongo que es una característica definitoria de nuestros tiempos: el autobiografismo, el querer ver una huella de la vida real del artista allá donde miremos, negando de este modo una tradición literaria de más de cien años. Quiero decir: hace medio siglo nadie se preocupaba si Hank Williams cantaba este tipo de canciones porque sabían que se estaba inscribiendo en una tradición, en un género ya existente. Actualmente si alguien canta algo así, como si hubiésemos olvidado ese género, se cree que está cantando sobre su propia vida.
Personalmente me gusta ver estos crímenes literarios como una metáfora de enorme potencial expresivo, un ahondamiento en el lado más oscuro del ser humano y de su pasión: el asesinato como frustrado intento de abarcar algo que no se comprende. Una imagen libre al fin y al cabo de cualquier racionalismo. Como la figura de un hombre torpe viendo alejarse en el río el cuerpo puro de su amada con una rosa en la boca y mascullando entre dientes: All beauty must die.
Etiquetas: música, reflexiones inviables